Alejandra Vergés ha liderado equipos de People en algunas de las empresas tecnológicas de mayor crecimiento, como Glovo. Pero lo que ha aprendido va mucho más allá de la estrategia.
En esta entrevista hablamos de burnout, inteligencia emocional, sabáticos y pertenencia. Una masterclass sobre cómo liderar con impacto sin quemarte en el intento —y sin arrastrar a tu equipo contigo.
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¿Por qué el burnout de quienes lideran es el más contagioso?
Si notas señales de agotamiento en tu equipo, empieza por mirar hacia dentro. Porque quizás el origen esté en ti.
Liderar con (mal) ejemplo
La cultura del “hustle”, el “trabaja duro” y la glorificación de la productividad extrema no solo está normalizada: está glamurizada. Especialmente si lideras.
Existe presión por estar siempre bajo presión. Por demostrar con hechos que el esfuerzo es la vía al éxito. Pero el resultado es evidente: el 65% de managers afirma que el estrés laboral se filtra a su vida personal.
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El cortisol también lidera
El estrés no se queda entre quienes lideran: se transmite. Según la neurocientífica Tara Swart Bieber:
El estrés traspasa la piel. En grupos de gorilas, el cortisol de la persona líder afecta más al resto que el de sus iguales.
Lo mismo ocurre en las empresas. Quien sale agotado de una reunión suele tener menos responsabilidad que quien le ha drenado la energía. Como CEO, tu estado anímico tiene más impacto que el del resto del equipo junto.
Un estudio publicado en BMC Public Health lo confirma: el 10% del estrés de un manager se transfiere directamente a su equipo.
¿Cómo encenderse sin quemarse?
Ocultar el agotamiento no funciona. El cortisol se nota, se contagia y se propaga.
La solución pasa por lo contrario: cuidar tu energía como un recurso estratégico. Normalizar los límites tanto como el compromiso. Priorizar el descanso tanto como el rendimiento.
Porque si tú no gestionas tu estrés, tu equipo acabará cargando con él.
¿Cómo hablar de burnout sin miedo ni culpa?
✍️ Por Andrea Gómez-Chamorro Nieto, Head of HR en LUV Studio
Hablar de burnout sigue siendo difícil en muchas empresas. El miedo a parecer débil o poco profesional nos frena. Pero el silencio solo empeora las cosas.
Desde mi experiencia en Recursos Humanos, lo importante es elegir bien el momento y mantener un tono honesto pero constructivo. Compartir cómo nos sentimos —sin señalar culpables— y proponer soluciones ayuda a abrir conversaciones necesarias.
Algo tan sencillo como decir:
“Últimamente me siento sobrepasada. Quizás sería bueno revisar prioridades.”…puede tener un gran impacto.
Ponerle nombre a lo que vivimos no solo es autocuidado, también es el primer paso para generar cambios reales. Cuanto más normalicemos estas charlas, menos solos nos sentiremos.